28 ene 2010
Un día cualquiera
Se levantó a las 7:00 como tantos otros días y se duchó con agua templada como suele pasar en los días de invierno. Tiritando se fue a la cocina a preparase el desayuno de siempre. Se puso un abrigo negro, una bufanda y resignado cogió su mochila del suelo. Cerró la puerta lentamente para no despertar a nadie y discretamente bajó las escaleras hasta llegar a la calle. Al abrir la puerta el frío inundó cada parte de la piel no cubierta por el reconfortante algodón. Suspiró. Encendió un cigarrillo y caminó con paso lento y cadencial hacia la estación. Una vez allí se sintió incómodo rodeado de tanta gente. Somnoliento se dirigió hacia su sitio de siempre del andén y amenizó la espera con las canciones de su Ipod. Llega el tren, mucha gente y poco espacio. Gente que coloca el abrigo en un asiento y el bolso en otro para que nadie se siente a su lado. Gente junta, pero ¡por Dios!, que nadie se atreva a revolverla. Son como átomos que se repelen obligados a orbitar juntos durante veinte largos minutos que dura el trayecto. Decidió quedarse de pie. Calor. La mochila empieza a hacer mella en la espalda. El tren frena, monta gente. La gente empieza a rodearle, el chaval se siente incómodo. El revisor, buenos días. Por fín llega a su destino. Se posa del tren y se mezcla entre la masa hasta salir a la calle. Más frío. Lloran los ojos. Otro cigarrillo. Piensa que hoy podría ser un buen día para dejarlo pero continúa fumando. Cruza la calle. Más gente. Su periódico gratuito, gracias. Sigue caminando por la calle principal, no le gusta. mucha gente. Se desvía a una secundaria, semáforo en rojo. Espera. Mira el reloj. Llega tarde. Entre caladas y canciones alguien le pide un cigarrillo. Se lo da sin siquiera mirarle. Sigue caminando. Otra calle. Otra más. Gente con prisa. Chocan con el. Sigue caminando. Cruza otra vez. Pisa un charco y se moja el pantalón. Por fín llega. La facultad. Sube las escaleras sin resuello, entra en clase. Calor. Gente. Y amigos...que ayudan pero el camino del estudiante se recorre solo. Entra el profesor. Silencio. Apuntes. Alguien tose y pierde el hilo de la clase. 10:00 acaba la clase. Empieza otra. Los profesores van entrando sin descanso. Son las 14:00. Sale de la facultad. Fuma un cigarrillo, disfruta cada calada. Frío, vuelve a entrar. Decide comer. No tiene hambre. Da igual. Entra al bar. Aun más gente, incomodidad. Espera su turno. Recoge su comida. La misma de siempre. Come y lee el periódico. Acaba. Otro cigarrillo más, pierde la cuenta. Decide estudiar. Sube a la biblioteca. Lentamente, disfrutando cada segundo antes de entrar. Por fín entra. Mucha gente. Un hueco en la esquina. Saca sus cosas. Las 16:00, buena hora. El tiempo no pasa. El idioma se entiende. El sentido no. 18:00 toca un té. Fuma otro cigarrillo. Anochece. Empieza a helar. Aun más frío. Saca otro cigarrillo. No tiene ganas pero aun asi fuma. No quiere volver a estudiar, al final se decide y entra. Golpe de calor, portazo y la gente mira. Incomodidad, vergüenza. Camina lentamente hasta su sitio y vuelve a la faena. Las 20:00 hora de irse. Sale de la biblioteca y suspira aliviado. Sale a la calle. ¿Es posible que aun haga más frío? La gente sale de su turno de trabajo. Multitudes en pasos de peatones esperan su turno, él es uno más. Camina con la cabeza embotada. Mira el reloj, no hay prisa. Saca un cigarrillo que el viento no deja encender. Vuelve a la estación. Se repite la historia de por la mañana. Llega cansado, incómodo, sin intimidad. Abre la puerta de casa. Nadie en casa. En la cocina una nota y la cena fría. Empieza a comer sin más compañía que la tele. ¿Postre? Hoy no, gracias. Lava los platos. Cigarrillo, que no falte. Enciende el ordenador. 23:00 un capítulo más y se va a dormir. Visita obligada al baño. Cocina y botella de agua. Se acuesta, 24:00. Lejos de contar ovejas piensa en sus compromisos del día siguiente...
Suscribirse a:
Entradas (Atom)