19 oct 2009

La mujer que miraba al mar



Como cada noche Esther estaba en el acantilado junto al mar, con la única compañía de un rosario que siempre agarraba con la mano derecha cerrada en un puño. Podía pasarse horas e incluso días sin comer y sin apenas moverse. La cola de su vestido color esmeralda ondeaba con la fuerte brisa marina. Su mirada perdida en la inmensidad del océano rogando la aparición de un barco que nunca volvía, de una persona que no retornaba. Sus lágrimas se confundían con la lluvia en los días de tormenta. Con el tiempo los aldeanos la llamaron “Esther la desconsolada” y los niños no se acercaban a ella porque se decía que estaba loca. La gente no podía entender el dolor que sentía aquella dama verde sobre una roca. La melena, antaño pulcramente recogida, bailaba ahora al son de los soplidos de Eolo. Con el paso de los años dejó de hablar, de moverse, de comer, de llorar. Cuenta la leyenda que su cuerpo se fundió con la piedra, dejando al alma libre de la prisión carnal. Aun hoy, entre los lugareños circula el rumor de que en esa zona se escucha un llanto apagado y distante de una mujer.

Aun hoy Esther sigue llorando por alguien que nunca volvió.

Ni volverá.

17 oct 2009

Noche de bodas

Ella estaba preciosa con el vestido de boda aun sin quitar y sentada sobre la cama con las manos sobre las rodillas. Él estaba espléndido enfundado en el mejor traje que compraría en su vida. Radiantes. Jóvenes. Ilusos.

- Cariño - dijo él- Conozco un lugar donde siempre luce el sol, donde hay gente muy agradable, nadie discute y nunca hay una palabra más alta que otra. Las casitas son de madera y piedra y las calles están muy limpias. Seguramente conozcas a alguna persona que hace mucho tiempo que no ves. Hay un río donde el agua fluye de una forma tal que te quedarías en la ribera durante horas...Allí apenas hay coches, la gente no los necesita, el aire es puro y los parque siempre están llenos de niños. ¿Qué dices, te gusta la idea?

- ¿Realmente existe un lugar así? - Dijo ella divertida y escéptica

- Claro que sí puta, ¿ves este cuchillo? Tu primero.