19 oct 2009
La mujer que miraba al mar
Como cada noche Esther estaba en el acantilado junto al mar, con la única compañía de un rosario que siempre agarraba con la mano derecha cerrada en un puño. Podía pasarse horas e incluso días sin comer y sin apenas moverse. La cola de su vestido color esmeralda ondeaba con la fuerte brisa marina. Su mirada perdida en la inmensidad del océano rogando la aparición de un barco que nunca volvía, de una persona que no retornaba. Sus lágrimas se confundían con la lluvia en los días de tormenta. Con el tiempo los aldeanos la llamaron “Esther la desconsolada” y los niños no se acercaban a ella porque se decía que estaba loca. La gente no podía entender el dolor que sentía aquella dama verde sobre una roca. La melena, antaño pulcramente recogida, bailaba ahora al son de los soplidos de Eolo. Con el paso de los años dejó de hablar, de moverse, de comer, de llorar. Cuenta la leyenda que su cuerpo se fundió con la piedra, dejando al alma libre de la prisión carnal. Aun hoy, entre los lugareños circula el rumor de que en esa zona se escucha un llanto apagado y distante de una mujer.
Aun hoy Esther sigue llorando por alguien que nunca volvió.
Ni volverá.
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alaaaaaa
ResponderEliminarqué crack!
cómo molaaaaa
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