Apolo salió con su carro como cada mañana para llevar a cabo la misión encomendada por Zeus, bañar la tierra de sol. Perseguir las sombras lenta pero implacablemente. Hacer brotar las plantas y secar el rocío que la noche deja en el mundo. Odiaba la noche, fría y oscura, condición ideal para bandidos y ladrones, adúlteros, prostitutas y emboscadas bélicas; en cambio el calor del sol sacaba a la gente del letargo sumido por la manta de Morfeo.
La noche sólo traía cosas malas. ¿Por qué tenía que existir? ¿Por qué Zeus puede consentir una cosa como esta? Lo ideal sería un día eterno y si la gente quería dormir sólo tendría que cerrar los postigos de las ventanas.
Con estos pensamientos en la cabeza, después de un duro día de trabajo, una vez que el sol volvía a ser escondido se dirigió decididamente hasta el Olimpo a presentar sus quejas. Entonces la vió. ¿Quién era esa hermosa deidad? Más blanca que las nubes algodonosas y que incluso podía competir en redondez y perfección con el mismísimo astro rey que él estaba orgulloso de portar.
- ¿Quién es ella? -preguntó apresuradamente Apolo al resto de dioses.
- Se llama Selene -dijo Atenea- es la nueva hija de Zeus, concebida para arrojar algo de luz y seguridad, pero la suficiente como para que la noche siga siendo noche.
- Es preciosa -dijo el, y Afrodita se rió pícaramente. - Voy a ir a saludarla, ya que nuestra razón de ser es muy similar.
- Demasiado tarde, acaba de irse -terció Afrodita- y no debes seguirla, ya que tú eres el portador del sol y ella de la luna. No puedes alterar el ciclo o sufrirás la ira de nuestro padre.
- Tienes razón... -contestó desanimado.
Desde aquel día a Apolo ya no le molestó más la noche. Cruzaba el cielo lo más rápido que podía para poder ver a Selene. Pero cuanto más corría él, más temprano salía ella.
- ¿Por qué? No lo entiendo. ¿Por qué no podemos surcar el cielo juntos?
- Porque sois caras de la misma moneda, hermano .-Dijo Dionisio- Estáis condenados a vivir pegados por la espalda, inseparables pero a la vez individuales.
- Yo sólo quiero estar con ella...
Al día siguiente, cuando Apolo ya casi estaba acabando su jornada vió aparecer a Selene en el firmamento. Lleno de alegría, el sol comenzó a brillar con más intensidad y a su vez, la luna reflejaba cada partícula de luz. Los humanos contemplaron el cielo rojo maravillados y lo llamaron "ocaso". Zeus, por su parte, solicitó la ayuda de Céfiro, dios del viento, para crear una espesa capa de nubes y que no se repitiera el fenómeno. Pero a veces hace la vista gorda...
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Repito:
ResponderEliminarMe encanta!!!
Y sobra decir más :)
encantado de conocertee!! si es a traves de Ankara, no me decepcionaras, eso seguro!! jeje
ResponderEliminarbuen blog!
actualiza oh!
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